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SOMBRA Y LUZ

Cerró los ojos, se abrazó al cuello del único caballo que quedaba en pie en el campo de batalla y luchó. Luchó con la firme decisión de no querer morir, o no morir, al menos, aquella mañana y en aquella guerra, en aquella batalla —quizás la última—, en aquel campo cubierto de sangre, entre aquellos hombres.

Y tras luchar y vencer, cabalgó. Cabalgó rumbo al sur. Cabalgó hacia su casa, hacia el calor de la chimenea del salón, hacia aquellas paredes encaladas, hacia aquel patio empedrado y fresco de rocío en las mañanas, hacia aquel pozo, hacia aquel pilá de agua fresca y limpia.

Y al llegar y verse en mitad de aquel patio frente a los ojos de su familia, les dijo: He luchado, he ganado, y os traigo la victoria. Y en aquellos ojos buscó algo que no sabía muy bien qué era, y que tampoco encontró. Y comprendió que no son los hombres quienes eligen las guerras en las que luchar, sino éstas las que los eligen a ellos; que ningún hombre puede huir de la mayor de las guerras, porque ésta la lleva dentro de sí; y que, si la vida no nos da a elegir nuestro estandarte, nuestra bandera por la que luchar, sí al menos podemos —y debemos—decidir cómo morir.

MANOS DE PROFESORA

Dicen que las manos expresan en toda su complejidad el alma de las personas. Dicen que la duda surje de las creencias, y que los que cambian esas por otras son traidores. Dicen que las guerras civiles son las más sangrientas y difíciles de superar.

 

Tres personajes hablan de uno, Alejandro. Quieren salvarlo de la destrucción que supone un cambio de opinión, un cambio de rumbo, un cambio de ideales en su vida. La lealtad a uno mismo parece ser tranquilizadora en este personaje ausente en escena el cual desata el conflicto ético para los personajes que están frente al espectador. ¿Qué ocurre para los que sufren la decisión de Alejandro?

 

Manos de profesora es una historia que trata de la responsabilidad del ser humano, de sus convicciones, y de como cambiar nuestro punto de visto nos hace más generosos y humanos para unos, así como todo lo contrario para otros. Los bandos están en la cabeza de cualquier persona que se debate entre lo que cree que es verdad, y la realidad del otro.

 

PALABRAS II

Poema publicado por la Universidad Autónoma de Madrid en el año 2009. Forma parte de un recopilatorio de los finalistas del concurso de poesía organizado por dicha Universidad.

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URUMEA

"La profesora nos decía que los ríos son las arterias por donde corre la sangre de la tierra", dice Usune en la estremecedora escena que cierra la obra. Urumea, el río que corre por Guipúzcua para desembocar en San Sebastián, es el símbolo de un país que se ha desangrado por esas arterias que son los ríos de la tierra.

Como afluentes que van a dar al río principal, Urumea se estructura en cinco escenas independientes, siempre tituladas con un nombre de mujer: Maite, Diana, Nahia, Nekane, y Usune. Cinco mujeres a través de las cuales se nos cuenta cómo es el mundo en una ciudad que ha dejado atrás los años de plomo y que se prepara para volver a vivir como si nunca hubiera sucedido nada.

El lector y el espectador tendrán la tentación de relacionar unas escenas con otras, la de crear una historia única con los retazos que nos da el autor. ¿Es Maite la que envió el paquete-bomba? ¿Es Nahia, su hija, la misma que habla com su amona en la escena que lleva su nombre? ¿Son el Hombre que habla con Diana y el que va a cenar con Nekane y su marido el mismo profesor de inglés?

En el fondo, eso es lo de menos. Lo importante es ir descubriendo cómo esta visión fragmentada y poliédrica va dando un panorama de toda una sociedad, representada en una ciudad donde todos se conocen, donde se cruzan unos con otros en la zona vieja, donde ven el mismo mar y se bañan en la misma playa. En una ciudad en donde los ombres hablan de cocina o miran sin interés el programa de Euskal Telebista, el protagonismo pertenece a las mujeres. No solamente las que dan título a cada escena, sino todas las que aparecen con ellas, y muy especialmente dos figuras centrales en todo el imaginario vasco: la ama y la amona, la madre y al abuela. Si los ríos son las arterias por las que discurre la sandre de la tierra, la ama y la amona son la tierra misma.

Álvaro Jiménez Angulo ha escrito una obra incómoda, difícil de digerir para unos y para otros. Y lo hace desde la sutileza, desdeñando los fáciles recursos de cargar las tintas acerca de la violencia que ha arrasado el País Vasco. Al contrario, sus escenas están habitadas por personas vitalistas, que hablan de ir a txikitear, que preparan un carnaval infantil, se acuestan con su novio aprovechando la ausencia de los abuelos o que intentan olvidar saliendo con un muchacha más joven, compañero de trabajo. Es la vida que vuelve a surgir con fuerza. Sin embargo, nada puede esconder las cicatrices, la desolación del paisaje después de la batalla. porque no se olvida la angustia de que en cualquier momento podría entrar un pistolero en el restaurante y matar a tu marido de un tiro en la nuca. Y nunca, por mucho que se sueñe, se puede dejar de pensar por qué fue ella y no la ama quien abrió el paquete-bomba. Urumea es una obra de fondo oscuro que aspira a la claridad.

El autor dialoga admirablemente. La capacidad de expresar ese temblor de lo presentido sin contarlo directamente muestra un trabajo muy fino de reescritura y selección de unos diálogos aparentemente banales. Los personajes de Urumea cuentan mucho más de lo que dicen. Es muy difícil alcanzar este nivel de decantación sin caer en la irrelevancia, y Álvaro Jiménez Angulo lo hace con creces.

Aquí tienes, lector, una obra dura y fascinante, necesaria para vivir sin renunciar a la memoria. mientras llega a los escenarios, como esperamos que lo haga pronto, disfruta con su lectura.

Prólogo por Fernando Doménech

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